Durante la Edad Media fue establecido en Europa cierto tribunal que descubría y castigaba a los herejes. Entre las penas más bárbaras utilizadas por estos estaba la de quemar vivo a quienes se resistiesen a cumplir órdenes. La condena fue usada también en América.
La llegada de los colonizadores a la tierra que Cristóbal Colón definiera como la más bella que ojos humanos hubiesen visto, trajo consigo una nueva vida para los habitantes de la isla. Su paz había terminado, también hasta aquí llegaban fugitivos procedentes de la isla de La Española y el cacique Hatuey era uno de ellos…Allá había luchado sin descanso….Aquí trató de contarle a los nativos los maltratos de aquella gente blanca e inhumana que solo pretendía enriquecerse a costa de su trabajo y de las riquezas naturales que poseía la región.
Hatuey quería que sus semejantes lanzaran el oro a los ríos…que no obedecieran…que se resistiesen a ser parte y víctima de aquel injustificable saqueo. Esta y no otra era su forma de rebelarse.
Fue así como Hatuey logró reunir hombres. Todos usaban lanzas, flechas, atacaban en emboscadas, empleaban valor… Pero al poco tiempo el líder fue capturado, lo juzgaron como hereje y rebelde, lo amarraron a un madero, le imponían un castigo que lo haría desaparecer de la faz de la tierra del modo más cruel posible.
Hatuey se resistía, el calor penetraba en su piel, transcurría un día de octubre de 1511…su cuerpo estaba a punto de ser convertido en cenizas…Un sacerdote se le acercó para que aceptara el bautismo porque este le abriría una mejor vida en el cielo. Hatuey lo rechazó, su coraje no admitía súplicas, y así murió…bárbaramente, quemado vivo.
Según los historiadores el suceso tuvo lugar en el poblado granmense de Yara, con él Diego Velázquez pretendía hacer desaparecer la resistencia indígena. Pero lo cierto es que el episodio pasó a la historia como un ejemplo más del despotismo y la tragedia que acompañó la vida de los primeros habitantes de Las Américas, tras la llegada de los colonizadores. El indio Hatuey, fue quemado vivo, pero su ímpetu de rebeldía todavía hoy anima a los hombres y mujeres que viven bajo la dictadura de los desgobiernan de nuestra patria y que necesitan juntarse y luchar por vencer las necias aspiraciones de unos pocos de adueñarse del alma de todos los cubanos Por eso hoy, desde siglos bien distantes, al indio Hatuey le agradecemos su existencia.
Alvaro Ferro
viernes, 10 de octubre de 2008
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